El 7 de Julio se estrenó en España Baby Driver, la nueva película de Edgar Wright. A muchos su nombre quizá no os diga nada, pero hablamos del creador de la trilogía del Cornetto (Zombies Party, Arma fatal y Bienvenidos al fin del mundo) y la adaptación al cine de Scott Pilgrim (Scott Pilgrim contra el mundo).
La premisa de la película es sencilla pero efectiva: Baby (Ansel Elgort) es un chaval capaz de maniobras imposibles al volante que pertenece a una banda criminal que se dedica a perpetrar robos. Para compensar que sea tan guay, como contrapeso tiene una tara, y es que debido a un accidente en su infancia, sufre acúfenos, es decir, un zumbido constante en el oído. Por este motivo, siempre está escuchando música, para camuflar el ruido y no volverse loco. El clásico sexy pero vulnerable que tan bien funciona con Jon Snow.
Todo esto aderezado con buena música (cortesía de nuestro protagonista) y un repartazo (entre ellos Jamie Foxx y Kevin Spacey) nos deja algo así como A todo gas, pero en versión elegante y medio de culto. Para los que solo lloráis por Paul Walker en la intimidad.
Entendedme, Baby Driver no está mal. Es entretenida, la banda sonora es gloriosa y tiene sus momentos. El montaje solapa la música con las escenas de acción y queda muy molón. A los que os resulte más fácil dejaros llevar incluso puede que os encante.
Pero no está en absoluto a la altura de todas las películas antes mencionadas. Y es que Edgar Wright tiene un gran poder (y con ello una gran responsabilidad) y es es el de convertir a tipos sencillos (e incluso un pelín patéticos) en los héroes de la historia. Esta vez ha intentado algo así como todo lo contrario y el resultado no termina de cuajar. Baby es un personaje confuso, que al principio parece intrigante y luego acaba siendo solo demasiado plano.
A todo esto tenéis que sumarle un problema. El protagonista se llama Baby, lo cual en inglés tiene mucho juego, pero en castellano pierde todo el posible doble sentido y solo queda raro. A veces, recomendar ver una película en versión original es de pedante insufrible, pero en este caso, y a pesar del excelente trabajo de doblaje que hacen como siempre los dobladores españoles, merece la pena, de verdad.
En resumen, con semejantes presupuesto, actores y director, era prácticamente imposible cagarla y muy factible que saliera una obra maestra. Lamentablemente, el resultado ha sido una película de acción que está bastante bien y que contentará a la mayoría pero que podría haber sido sublime. Hay que verle el lado positivo a Baby Driver, al menos nos quedarán fantásticas listas de reproducción en el Spotify.
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