En un escenario plagado con flores, Amaia salió a escena acompañada de su banda, con las mujeres en primera línea y ella en medio sentada al piano. Arrancó con Un día perdido y Todos estos años. Pura magia la que emanaba del escenario hacia un público que estuvo en completo silencio la mayoría del concierto.
La gente allí presente no sólo la adora, sino que parecía que también la venera y que estaban ante un ser que no era de este mundo. Era un ambiente que ponía los pelos de punta, y es que cuando la banda dejó el escenario para dejarla al piano sólo se podía disfrutar del talento de esta joven pamplonesa que ha conquistado a todo el mundo a base de maestría y espontaneidad.
Y es que cuando Amaia habla entre canción y canción y cuenta lo primero que se le pasa por la cabeza se ve que realmente es una chica joven que está haciendo lo que más le gusta y le da igual si está ante, 10, 100 o 10.000 personas. De esta manera descubrimos que la pieza musical que interpreta después una versión magnífica de Medio drogados de Los fresones rebeldes es una pieza que acababa de presentar para su examen de piano.
O también descubrimos que la versión de Vas a volverme loca de Natalia “es de las canciones más celebradas del concierto, pero normal…”, en sus propias palabras. Cuando se muestra con total cotidianidad, como si fuera a clase de la universidad con todo el publico, es cuando la gente se anima a gritarles los “reina”, “te quiero” y “eres la mejor” que se estaban aguantando desde el principio.
Por su parte, Amaia deslumbra tanto al piano como a la guitarra, con versiones de La buena vida y de Frank Domínguez; caben todos los estilos y todos los tipos de canciones. Porque ella hace lo que le gusta y lo que siente, por eso también versiona sus propias canciones, como esa versión más larga de Un nuevo lugar o la sublime versión a cuatro voces y guitarras de Nuevo verano, de la que ella misma se encargó de explicar los detalles técnicos de cómo la iban a hacer con un micro de ambiente para que así se pudiera escuchar a toda la banda y que fuese más íntimo. El ejemplo perfecto de lo que fue el concierto: complicidad, dulzura, maestría y naturalidad.
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