Artículo libre de spoilers
El pasado 25 de diciembre se estrenaba en España una nueva versión cinematográfica de Mujercitas (Little Women), basada en la novela homónima de 1868 de Louisa May Alcott. Para quien no conozca la obra se trata de un clásico de la literatura estadounidense que narra las vidas de cuatro hermanas (Meg, Jo, Beth y Amy) y su tránsito de la infancia a la edad adulta durante los años de la guerra de secesión en Estados Unidos.
Es una historia entrañable (que más de uno tacharía de lacrimógena) que encaja a la perfección con el tipo de película que apetece ver en navidades, envuelto en una manta, con un chocolate caliente, rodeada de seres queridos y llorando a moco tendido. Creo que lo más interesante que nos puede aportar esta nueva versión de Mujercitas es lo diferente que resulta, siendo exactamente la misma historia, de la adaptación que protagonizaba una joven Winona Rider en 1994 y que este año cumple 25 años. Sí, lo sé. 1994 fue hace 25 años.
Greta Gerwig, que debutaba con Lady Bird hace apenas dos años, ha sido la encargada de escribir y dirigir esta versión y traer consigo a Saoirse Ronan (Expiación, Gran Hotel Budapest) para dar vida a Jo March. También ha vuelto a contar con Timothée Chalamet (El rey, Call me by your name) para el joven Laurie, y ha completado con un reparto de lujo: con Emma Watson con Meg, Laura Dern como Marmee y Meryl Streep como la tía March.
Tanto el reparto como la cinematografía, vestuario y maquillaje son lo que uno espera de una producción cuidada como es Mujercitas. Simplemente con estos detalles, podríamos estar hablando de una adaptación correcta, aprovechando los medios de los que dispone el cine hoy en día, y dejándonos una versión algo más moderna de un clásico de Navidad.
El encanto especial de esta película se encuentra en el mensaje que su directora ha querido transmitir con ella. Para poder hacerlo se ha tomado ciertas licencias, entre ellas, romper con la linealidad de la historia. Con idas y vueltas del pasado al presente, la historia adquiere más profundidad, y vemos con mayor claridad como los eventos del pasado tienen su peso en las derivas vitales posteriores.
También ha dado mayor y menor peso respectivamente a diferentes partes de la trama, y aquí es donde vemos las grandes diferencias con la versión de 1994. Gerwig no ha tenido problema en recortar minutos de metraje que antes se dedicaban a recrearse en los idilios amorosos.
Con ello, consigue reforzar la crítica a la convención del matrimonio que subyace en la obra de 1868, que en 1994 parece un delirio de joven inmadura y que ahora, en 2019, se representa con sus luces y sus sombras. Como un camino emancipador, contra las convenciones sociales pero que genera sufrimiento, miedo a la soledad y presión por parte de familiares y allegados.
Gerwig, a través de la interpretación de Saoirse Ronan, sigue mostrándonos una Jo intrépida y feroz, pero que esta vez también es prudente, generosa y por qué no, está asustada. De la misma manera, sus personajes antagónicos, Meg y Amy, reivindican la feminidad y el mundo femenino como algo tan valioso y merecedor de reconocimiento con el mundo masculino de la escritura al que Jo se entrega de lleno.
En conjunto, esta nueva versión de Mujercitas nos aporta un espejo en el que mirar las dichas y desventuras de cuatro jóvenes hace más de 150 años y poder reflexionar acerca de que nos devuelve el reflejo de la actualidad. En qué sentidos hemos avanzado a pasos agigantados y hasta qué punto, en otros, seguimos en el punto de partida.
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Histórico de críticas: https://bit.ly/34l92NB
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