Rogue One: una historia de Star Wars

9 minutos
Adoro Star Wars desde que era niño. Todos esos personajes, situaciones e iconos que trajo consigo la trilogía original se amontonan en mi cabeza desde antes incluso de tener uso de razón. Recuerdo vagamente el hecho de ver por primera vez La venganza de los Sith y la muy olvidable El ataque de los clones pero antes de eso, la nada: el resto están ahí desde siempre. Y aunque mi amor incondicional termina donde lo hace el Episodio VI profeso por esta saga un sentimiento de cariño y admiración absolutamente irracional y admito, por lo tanto, que no puedo siquiera tratar de ser imparcial con ella. Aunque dicho sea de paso, la imparcialidad en estos temas siempre me ha parecido absurda.

El anuncio de esta Historia de Star Wars puso muy nerviosa a mucha gente. Era la primera película que exploraba los márgenes de la serie principal (ese Universo Expandido) y abría la caja de Pandora de los spin offs en la pantalla grande, suponiendo una gran primera declaración de intenciones por parte de Disney desde la compra de Lucasfilm: no va a haber ningún tipo de piedad. Con una nueva trilogía a medio cocer y la cinta sobre Han Solo confirmada, ya no hay lugar para ningún tipo de duda a este respecto.

El gigante empresarial no sólo no tiene ninguna intención de dejar morir a la gallina de los huevos de oro sino que va a tratar de sacarle todo el provecho posible, y con la cancelación de todos los proyectos de la marca Star Wars en el mundo de los videojuegos (incluido el prometedor 1313) la principal ventana de explotación está ya más que clara. Esta primera incursión en el cine sin el subtítulo de Episodio retrocede algunas décadas para recrear la hazaña que dio pie a todo este universo cinematográfico; a la premisa que sirvió de excusa para aquella maravillosa primera trilogía: el robo de los planos de la estación espacial más famosa de la Galaxia, la Estrella de la Muerte.

Rogue One es una cinta anómala. Es el elemento extraño dentro de un universo más que consolidado. Ya escribí sobre cómo El Despertar de la Fuerza se sentía como una pieza más de la saga. Sobre cómo, de hecho, se sentía mucho más como una película de Star Wars que cualquiera de las tres que conforman la nueva trilogía. Y sin embargo, La Amenaza Fantasma y cualquiera de sus coetáneas tenían muy claro qué querían ser, y aunque coincida en el diagnóstico de producto fallido he de reconocer que al menos lo apostaban todo al reinicio de la franquicia, al cambio de perspectiva para alejarse en forma y fondo de la fórmula Star Wars.

Los principales problemas de Rogue One provienen de su falta de identidad, de la carencia de valentía para ser otra cosa. La línea a seguir es clara y perfectamente visible, y no creo que esa ausencia de identidad propia sea consecuencia de la incompetencia tanto como de la imposición. Ya hace tiempo que se habla de la manera en la que Disney parece tratar de homogeneizar cada uno de sus productos, al fin y al cabo, y temo que no tardará demasiado en llegar el día en que la Experiencia Marvel o la Experiencia Star Wars pasen a formar parte de un todo mucho más grande denominado Experiencia Disney. Pero bueno, qué sé yo.

La película, fuese como fuese, deja pasar una oportunidad de oro para alejarse de los cánones de su propia franquicia y tratar de aproximarse a ella de una forma distinta, porque si algo bueno supone un spin off es la carta blanca que ofrece para hacer experimentos que nadie consentiría dentro de una entrega principal. Al final Rogue One se queda a media asta y las novedades más importantes y diferenciadoras parecen no tratarse más que de la ausencia de los icónicos títulos iniciales y de los personajes protagonistas. No queda ni rastro de la que los rumores decían que sería la primera película de atracos dentro del Universo Star Wars, y casi nada de ese otro drama bélico.

No obstante, la cinta tampoco va precisamente a la deriva. Puede que le falte valor e identidad, pero que le hayan cortado las alas no quiere decir necesariamente que no sea capaz de volar. Aquí no hay estilos ni temas demasiado nuevos, pero aún con todo lo dicho lo cierto es que las influencias de Rogue One sí hay que buscarlas también en el cine bélico y no sólo en los clásicos de aventuras. Tras la llegada al poder del Emperador el Imperio Galáctico se encuentra en pleno apogeo. Los Soldados inundan las calles y la mayor parte de la sociedad se encuentra oprimida bajo la inflexible mano de Lord Vader.

El Senado, la única institución con el poder suficiente para tratar de paliar los actos del Imperio ve cómo sus capacidades merman día tras día y toda la Galaxia está sumida en un profundo estado de malestar y tensión. La situación se parece mucho a un callejón sin salida y todo parece indicar que algo está a punto de suceder. El Senado será destruido junto con Alderaan poco tiempo después, claro, pero eso todavía no lo sabe nadie.

Hay un buen trabajo a ese respecto dentro de la cinta. Entre Edwards (Godzilla, 2014) y los guionistas consiguen recrear a la perfección ese clima de entre-guerras en el que todos son enemigos y nadie está seguro en ninguna parte, y en el que imperan la tensión, la inquietud y los constantes controles militares. Ninguna de las películas clásicas exploraba este Universo en ese sentido, los protagonistas lo eran hasta las últimas consecuencias y la trama pocas veces se alejaba de ellos para dignarse a contextualizar su historia en un aquí y un ahora. Luke y compañía luchaban por una sociedad que apenas conocíamos y los planetas estallaban sin que supiéramos muy bien lo que había en ellos.

Rogue One intenta romper, con cierta intención tímida pero claramente patente, el maniqueísmo que rige toda la saga. Los malos son igual de malos, para qué mentir, pero se trata de dotar de ciertos matices a la causa de la Alianza Rebelde: una organización dividida por las personalidades individuales, que no duda en cometer actos de dudosa moralidad en nombre del bien común y cuenta con facciones extremistas que recuerdan más a una banda terrorista que al clásico bando de los buenos. Me gusta pensar que la película tiene cierto carácter redentor en ese aspecto, porque no sólo actualiza ciertas carencias sino que re-contextualiza algunas situaciones clásicas para dotarlas de cierto sentido.

El hecho de no alejarse demasiado de los personajes y las historias a las que estamos familiarizados también tiene su lado bueno. Hubiera preferido que no fuera así, la verdad, pero al menos la cinta aprovecha ese conformismo para tocarnos la fibra en más de una ocasión. No es un secreto para nadie que pretendían rescatar a Darth Vader y personalmente tenía miedo de que su aparición resultara en o bien un cameo innecesario o bien un absoluto robo de protagonismo, pero la verdad es que lo han sabido aprovechar la mar de bien. Sus escenas, si bien argumentalmente no aportan demasiado, a más de un seguidor de la saga galáctica le harán poner los pelos de punta.

Es importante priorizar la contextualización de la cinta, hablar de su planteamiento, de su dirección y dejar claras sus carencias por una sencilla razón: a partir de aquí no hay mucho que decir. Rogue One es, con todo lo que ello conlleva, otra película de Star Wars. El tono de la aventura sobrevuela la cinta, los personajes son variopintos, no demasiado profundos y más o menos entrañables, y aunque pretende resultar un poco más seria u oscura los chascarrillos constantes, el humor ligero y los guiños a la saga siguen ahí. Igual que siempre.

Técnicamente es un poco más atrevida en cuanto a fotografía, siendo capaz de transmitir lo fascinante de este Universo con no poco acierto y exactitud, y la música corre a cargo de Michael Giacchino, que apoyándose en las piezas originales de Williams logra desarrollar una banda sonora a la altura, utilizando leit motivs clásicos para acabar desviándose hacia composiciones nuevas pero conservadoras. Es una lástima el desaprovechamiento de Ben Mendelsohn y Forest Whitaker, grandes actores sin demasiado espacio para lucirse ni desarrollar matices, pero el reparto en general resulta lo suficientemente convincente.

Por lo demás, la cinta sólo peca de cierta falta de ritmo en su primer tercio, de algún que otro dramatismo que no es capaz de hacernos sentir y de un abuso de CGI facial absolutamente innecesario, pero por lo general la iconografía de Star Wars sigue siendo lo suficientemente fuerte como para aguantar sin demasiados problemas el peso de las incongruencias narrativas. Es tan inevitable sentir la decepción de la oportunidad desperdiciada como la emoción de ver una vez más a los X-Wings surcar las estrellas y a la Estrella de la Muerte emerger de entre las nubes hasta tapar el mismísimo sol.

El visionado analítico podría ser algo más crítico con esta película pero consideraría injusto por mi parte menospreciar la sensación del corazón encogido. No sé si las zarpas de Disney son las mejores para manejar esta nave y ni siquiera estoy seguro de que ésta fuera una nave que necesitara despegar otra vez, pero me produce cierta sensación de alivio el hecho de comprobar que han sido capaz de hacer otra buena película de Star Wars sin un resultado desastroso ni la necesidad de encender ningún sable láser. O casi ninguno.

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