T2: Trainspotting

9 minutos

El de las adaptaciones literarias en el cine es un terreno farragoso. Llevar una obra fuera de su medio siempre conlleva deshacerse en el proceso de todos aquellos elementos que no funcionan fuera del soporte original y que, muchas veces, son los que hacen brillar al producto en cuestión. Cuando Danny Boyle dirigió la adaptación de la novela de Irvine Welsh hace más de 20 años consiguió elaborar, a través del montaje, la fotografía y la dirección un estilo propio, genuinamente agresivo y sugerente que dio como resultado esa maravillosa cinta de culto en la que se ha convertido hoy Trainspotting.

La película que marcó a toda una generación, dicen. Por el camino se quedaron los retratos de personajes, las largas descripciones de pensamiento y los juegos de palabras con el argot escocés, pero a nadie le importó demasiado. Trainspotting es la película hecha por alguien que sabe entender muy bien el material de base, con una habilidad inusitada para comprender su esencia y rodearla de un nuevo envoltorio mucho más acorde al lenguaje de su nuevo medio. Trainspotting destacaba por razones estrictamente cinematográficas, y eso, viniendo de una adaptación, no es en absoluto poca cosa.

Trainspotting (Danny Boyle, 1996).

La quinta novela del escocés Irvine Welsh (una de las tres que siguen las vidas de estos personajes) se titula Porno. Para la película se han decantado por T2: Trainspotting, e imagino que puedo entender los motivos. Dos décadas después de que Mark Renton robara 16.000 libras a sus amigos, el pelirrojo decide regresar a Edimburgo y no todo el mundo se alegra de verle. No estoy familiarizado con la obra del escritor británico más allá de la saga que nos ocupa, y no quisiera llevarme el texto a ese terreno.

Los libros son fantásticos, se los recomiendo a todo aquel que tenga un mínimo interés por la lectura o por este depuradísimo y particular universo, y quizás en otra ocasión escriba sobre su relación con las películas y cuales, de todas sus buenas cosas, se han quedado fuera. Pero ahora toca hablar de T2; de como Boyle ha afrontado en esta secuela el reencuentro de los cuatro de Leith, veintiún años después de que Rent boy caminara hacia nosotros con una gran sonrisa en su rostro y una bolsa todavía más grande a su espalda.

Trainspotting y Porno (Irvine Welsh, 1993/2002).

T2 es, antes que cualquier otra cosa, una secuela; un producto derivado. La continuación de una historia que, seamos sinceros, nadie había pedido. El tratamiento desnudo y sin tapujos de la droga y su impacto en la juventud escocesa de clase baja pudo haber sorprendido por atrevido y descarado en la década de los 90 pero tanto tiempo después de Trainspotting (y creo que me atrevería a decir que en gran medida gracias a ella) es algo que ya no pilla por sorpresa.

La descripción minuciosa de la vida de estos cuatro chavales, sin ánimo de juzgar o culpabilizar más allá de una pizca de condescendencia es posible que sea un ave un poco más rara, pero en cualquier caso la posibilidad de romper según qué moldes volviendo sobre lo mismo se antojaba, ya desde el anuncio de esta segunda parte, algo más o menos complicado.

T2: Trainspotting (Danny Boyle, 2017).

La película es sorprendentemente honesta en ese sentido. No intenta pasar nunca por debajo de la manta, y se sirve del sentimiento que impulsó la producción del largometraje en primer lugar (la pura nostalgia) para convertirlo en uno de los temas alrededor del que gira toda la obra. Sabe muy bien qué es y qué queremos que sea, y lo utiliza constantemente a su favor: referencia reiteradamente a escenas y melodías grabadas a fuego en nuestras mentes y se recrea enseñando, ocultando y sugiriendo.

Creo que casi todos estaremos de acuerdo en que los puntos más brillantes de esta nueva Trainspotting son los que surgen cuando se echa la mirada atrás y se abordan los recuerdos del pasado. Es un tratamiento de la nostalgia muy maduro y extremadamente poco habitual. Y sin embargo, aprovecha demasiado poco las situaciones potencialmente memorables de esta cinta en pos de utilizar los que ya existían, y al final momentos como los reencuentros entre los protagonistas se abordan con prisas y sin demasiado entusiasmo, y en lugar de resultar emotivos, violentos o incómodos (según toque) terminan por ser meramente funcionales a nivel narrativo.

T2: Trainspotting (Danny Boyle, 2017).

Hay dos cosas de especial importancia en la película del 96. Una de ellas es la dirección; agresiva, violenta. La otra es la estructura de un guión que como sus protagonistas no parece ir a ninguna parte y se contenta con limitarse a enseñarnos sus idas y venidas. La primera de ellas sigue aquí; la otra no tanto.

Boyle, al igual que Spud o Sick Boy, no se ha ido a ninguna parte. Sigue igual de fresco que cuando lo dejamos. La cámara transita los lugares más insospechados, pivota frenéticamente entre ésta o aquella posición y gira constantemente en la dirección en la que el director decida que tiene que girar, saltándose los ejes, dándose la vuelta.

Son pocos los planos en los que no haya alguna cosa que destacar, ya sea en la propia cámara o en lo que esta encuadra, en los colores, la composición, el escenario. No todas las veces se llega a buen puerto y en algunas ocasiones se antojan piezas que no acaban de encajar del todo: una canción que termina antes de tiempo, un silencio extraño, una escena un poco corta o demasiado larga; pero al final la potencia y el pulso del momento acaban por imponerse casi siempre.

Trainspotting (Danny Boyle, 1996).

Lo del guión, decía, se ha esfumado. Aquí se ha apostado por una estructura muchísimo más clásica. Hay una dirección clara desde prácticamente el primer momento y todo se desarrolla de manera bastante convencional, se ha desarrollado un conflicto al uso e incluso se ha elaborado algo relativamente parecido a un villano. La obra original (Porno) tiene muy poco de esto, y recuerda más que cualquier otra cosa a una versión más madura y (una vez más) nostálgica de la primera novela.

Ya he dicho que no quiero llevarme este texto al terreno de la comparación pero tampoco creo que debamos girar la cabeza ante tan evidente ruptura de la fórmula original. El libro de Welsh (y la primera película) trata, sobre todo, de personajes. De unos maravillosamente construidos, además (como personaje de ficción, el Sick Boy literario podría mirar a Tony Soprano sin sentir demasiada vergüenza).

En T2, por el contrario, la acción es el primordial e indiscutible motor de la trama, y este giro hacia la forma más habitual de contar historias no le sienta especialmente bien a una obra que nunca debió estructurarse alrededor de eso. El cariz cómico de Begbie evita que se palpe la tensión cada vez que pisa una habitación y Simon ya no parece engatusar a nadie con su desbordante y totalmente falso encanto personal, así que supongo que al final es inevitable descuidar algunas cosas por el camino.

T2: Trainspotting (Danny Boyle, 2017).

El término trainspotting nació para denominar a la afición de limitarse a sentarse y ver pasar los trenes. Por lo visto es algo relativamente frecuente, y la verdad es que si lo piensas bien tiene algo de poético, creo. Además, en el argot escocés hace referencia a palparse el brazo para encontrarse las venas (o algo parecido, la verdad es que ya no lo recuerdo bien), pero me gusta pensar que el juego de palabras queda relegado a un segundo plano y la intención principal es la de referirse a todos estos personajes que, en lugar de salvar la galaxia, buscar tesoros o vivir aventuras se limitan a ver pasar la vida.

A quedarse estancados en un lugar sobre el que desfilan cientos de oportunidades que están demasiado ciegos para poder ver. O para que les importen. Al final de Trainspotting, Mark Renton decidía dejar de ver pasar los trenes para, por fin, subirse a uno. Y ahora que ha vuelto, nadie parece seguir mirándolos.

Últimamente tomo notas nada más salir del cine; las necesito para recordar. En medio de lo que escribí al terminar T2: Trainspotting todavía puedo leer claramente: dirección impecable, foto impecable, ritmo entrecortado, guión y personajes escritos regular. Aunque son conceptos vagamente chapurreados en el calor del momento creo que clarifican lo que pienso mejor que cualquier otra cosa que pueda llegar a escribir.

La secuela del clásico se ha ganado el derecho a existir, desde luego, y no me atrevo a afirmar que se haya resucitado a la bestia en vano. Al contrario: he disfrutado muchísimo de esta película. Pero no estoy seguro de que se haya ganado lo suficiente lucir ese “2” en su título. Trainspotting está ahí, claro, pero algunas veces hay que hacer un esfuerzo demasiado grande para encontrarlo.

nsf points

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